Tanto a nuestros recuerdos a largo plazo como a nuestra memoria olfativa. Los olores, los aromas, todos esos estímulos que captamos a través del olfato pueden dejar una huella tan profunda en nosotros, que apenas somos capaces de controlar el proceso por el cual nuestra memoria olfativa se configura a lo largo de nuestra vida. Esto sucede de forma automática, sin que apenas lo percibamos, y tiene una carga emocional muy intensa.
Desde que nacemos, estamos expuestos a multitud de olores y fragancias. Con ellas, vamos creando vínculos emocionales que estarán marcados por lo que vivimos y las experiencias que acumulamos a lo largo de los años. Estos vínculos pueden formarse a partir de productos cotidianos como un ambientador, un difusor con aceites esenciales, el olor a pan recién hecho o incluso el aroma cítrico de una fruta.
El sistema límbico y el papel del olfato en nuestra memoria
En esta creación de nuestra memoria olfativa interviene el sistema límbico, que se encarga de regular el funcionamiento de nuestro bulbo olfatorio. Este sistema está conformado por la parte del cerebro que incluye el tálamo, el hipotálamo y la amígdala cerebral. Con estos elementos, gestionamos nuestras emociones, nuestra memoria, el hambre e incluso el apetito sexual.
Su papel puede ser decisivo en nuestra manera de interpretar olores y aromas. ¿Nunca te ha pasado que estás esperando un autobús o a una amiga con la que has quedado y, de repente, identificas un olor que te transporta a otro momento de tu vida? Esa respuesta inmediata forma parte de un proceso cognitivo tan natural como asombroso.
Imagina que cuando tenías 10 años acompañabas siempre a tu padre a comprar el pan, y ese era un momento de felicidad para ti. Si 20 años después, esperando a esa amiga o a ese autobús, estás al lado de una panadería en plena faena, irremediablemente ese olor de pan horneándose te transportará a ese instante de tu infancia.
Subjetividad e inconsciencia: las características de la memoria olfativa
Esa capacidad tan inmediata y duradera de nuestra memoria olfativa para traernos al presente recuerdos del pasado hace del sentido del olfato uno de los más interesantes, pero también de los más incontrolables.
Si por algo se caracteriza nuestra memoria olfativa es por ser totalmente inconsciente. Recibimos a través del olfato los estímulos que configuran poco a poco nuestros recuerdos emocionales, a los que se asocian esos olores de manera totalmente subjetiva.
Porque lo que para ti puede ser un aroma embriagador, que te transporta de una forma casi mágica a un instante feliz o entrañable, para otra persona puede ser todo lo contrario. Esa asociación depende de las vivencias y experiencias de cada uno.
Volvamos al ejemplo de la panadería. Si en vez de ser el niño o la niña que llega con su padre cada mediodía a comprar el pan, eres el hijo del panadero y debes ayudarle todas las madrugadas en el obrador, puede que ese mismo olor no te evoque felicidad, sino esfuerzo, trabajo y sacrificio.
Los procesos que conforman la memoria olfativa
Son varios los procesos que ocurren en nuestra mente al identificar un aroma u olor:
- Percepción: captamos ese estímulo oloroso a través de los receptores olfativos situados en las fosas nasales, lo que pone la primera piedra de nuestra memoria olfativa a largo plazo.
- Sensación: respondemos a ese estímulo de manera subjetiva, según lo que nos evoque.
- Emoción: actuamos en función de la sensación que hemos experimentado.
- Asociación: almacenamos toda esa información en nuestra memoria olfativa.
- Impronta: creamos una imagen mental con toda la información almacenada.
- Recuerdo: establecemos esa imagen como parte de nuestra memoria a largo plazo.
Este proceso cerebral ocurre con naturalidad y en cualquier momento, incluso años después. Y es que la memoria olfativa tiene una capacidad única de evocar recuerdos de forma inmediata.
Marketing olfativo: cuando los olores conectan con la marca
Precisamente por esa capacidad evocadora, capaz de activar una variedad de respuestas y afectar incluso al estado anímico, el marketing ha encontrado una herramienta poderosa: el marketing olfativo. A través de él, muchas empresas diseñan su propia identidad olfativa, que se convierte en una señal emocional y distintiva.
Gracias a la memoria olfativa, podemos identificar ese odotipo de una marca y conectar con ella si se corresponde con nuestros olores y aromas más significativos. Todo esto se logra utilizando productos aromáticos como difusores, sprays o aceites esenciales, aplicados estratégicamente en puntos de venta.
Estudios recientes confirman que los olores agradables pueden influir en nuestras decisiones de compra, mejorar la experiencia del cliente e incluso aumentar el tiempo de permanencia en un lugar. Esta conexión se genera en nuestro sistema límbico, el mismo que interviene en la memoria olfativa, activando respuestas positivas sin que seamos plenamente conscientes de ello.